viernes, 12 de agosto de 2011

Interesante artículo

Dicen los que no han experimentado la emoción de concluir una carrera de larga distancia, que se trata de una absurda demostración de masoquismo que para desesperación de los automovilistas, se ha convertido en un hobbie muy popular.
Son pocos los que entienden y aplauden el esfuerzo que implica prepararse para poder concluir una carrera de maratón, cubriendo algo más de 42 km, pero son menos aún los que reconocen en esto, vestigios del pasado de la especie humana. ¿Han visto cómo cuando una persona come sola en un restaurante, generalmente se sienta de espaldas a la pared y de vez en cuando, mientras se lleva el bocado a la boca, mira cauteloso a sus alrededores?.
Pues hay quien dice que se trata de vestigios de cuando, millones de años atrás, mientras se comía, uno debía cuidarse de que no llegasen a robarle la presa. De la misma manera, antropólogos como Daniel Lieberman de la Universidad de Harvard y expertos en biomecánica como Dennis Bramble de la Universidad de Utah piensan que quienes corren maratones, pueden hacerlo gracias a que en el proceso evolutivo de los seres humanos esta característica emergió hace unos dos millones adaptándonos a soportar este tipo de esfuerzo. Así, si bien un leopardo o una gacela nos dejan mordiendo el polvo en un arrancón, pocos mamíferos pueden correr a galope por mas de 15 minutos, mientras que los seres humanos podemos hacerlo por horas.
De hecho, por eso es que nuestro cuerpo es tan diferente del cuerpo de los chimpancés pues estaría diseñado para resistir optimizando velocidad, costo energético y distancia.
De acuerdo con estos dos científicos, nuestros músculos, tendones y huesos, fueron mecánicamente optimizados en aquellos muy remotos tiempos, no para caminar rápido, sino de plano, para correr. Para identificar estas adaptaciones, se han dedicado a observar y medir la actividad de músculos y ligamentos de animales corriendo en bandas, comparándolos con los de los humanos. Así por ejemplo, el ligamento de la nuca que va de la base del cráneo a la base del cuello es como una banda elástica que aparece solo en animales que corren. Los simios no la tienen y por el contrario, sí muchos más músculos que unen cabeza con cuello. Este ligamento absorbe el choque y evita además que cada vez que nuestros talones golpean el piso, nuestra cabeza rebote por todos lados.
El arreglo de los tendones es también especial, actuando como resortes que guardan parte de la energía de una zancada para usarla en la siguiente: los chimpancés tampoco los tienen. Estos tendones son importantes para durar, no para el sprint. Curiosamente, estos autores también han podido verificar, empleando electrodos colocados adecuadamente, que nuestros músculos del glúteo (gluteus maximus) se contraen al correr, pero no al caminar y suponen que esto es para estabilizar el trasero. Los chimpancés, como los perros, tienen traseros pequeños. Por otro lado, nuestra mayor superficie corporal permite un mejor enfriamiento. En total, existen unos 26 rasgos del cuerpo que evolucionaron para que pudiéramos correr mejor.
Los cambios que se dieron del Australopithecus afarensis (al que pertenece la famosa Lucy), que ya era bípedo y que vivió en África hace 4 millones de años, al Homo ergaster (el primer homínido con un cuerpo parecido al nuestro) que apareció varios millones de años más tarde (hace 1.6 millones de años), resultaron en una estatura similar a la actual, con piernas más largas y brazos más cortos. ¿Para qué? - Para caminar eficientemente - según la mayoría, pero no de acuerdo con estos dos científicos, quienes consideran que sólo pensando en un diseño para poder correr, se explican las diferencias en el diseño de homo con respecto a simios o australopitecus: en pocas palabras, que correr empezó a hacernos humanos.
Y ¿para qué correr largas distancias? Dado que nuestros remotísimos ancestros eran carroñeros, una respuesta es que tenían que llegar a las carcasas de animales muertos antes que las hienas, para tener una mejor alimentación. Otra, es simplemente para alcanzar a las presas. Con el paso de los años (cientos de miles) se desarrolla el cerebro y con éste, la capacidad de inventar armas para cacería: correr deja de ser necesario para comer bien, si se tiene una honda o un arco. Hay evidencias de que los Neandertales, que desaparecieron del planeta hace unos 45 mil años, ya eran carnívoros, consumidores de carne de primera, habiendo abandonado la carroña que dejaron para hienas y zopilotes. De esta forma, desde hace aproximadamente 25 mil años en los que el Homo sapiens ha tenido la Tierra para él solito y ha adquirido las funciones cognoscitivas que hoy nos reconocemos, no es difícil llegar a la conclusión de que correr largas distancias no tiene sentido alguno... ¿o quizás sí?.

Basado en un artículo publicado en la revista Nature Nov 18, 2004


4 comentarios:

  1. Yo siempre pensé que eramos caminantes buscadores, recolectores y carroñeros ya que no tenemos pezuñas como los ungulados o almohadillas plantares como la mayoría de los carnivoros, pero es muy interesante ese estudio.

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  2. Curioso el artículo; gracias por compartirlo

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  3. Gonzalo: Me alegro que te resulte así.
    Miguel: Eso de caminantes buscadores me ha gustado, gracias por tu comentario.
    Raúl: Gracias a vosotros.
    Un saludo a tod2.

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